Me
siento feo. Pero, ¿por qué debería sentirme feo? Cuando me miro al espejo no
veo nada que me desagrade. Veo a una persona normal, una persona que tiene
rasgos normales. Cuando me miro al espejo, veo a una persona afortunada, porque
no tiene nada que le dificulte hacer cualquier cosa que forme parte de una vida
normal.
La
realidad es que probablemente no cumpla las expectativas visuales de la mayoría
de la gente, no todo el mundo cumple las mías, es normal, el libro de los
gustos está vacío. Pero vaya, esta afirmación me hace volver al principio ¿por
qué debería sentirme feo? Probablemente es porque los rechazos que he tenido
que vivir, los errores que otras personas han cometido hacia mí, mi
sensibilidad, y la problemática que es vivir encerrada en el primer mundo hacen
que se acentúe la inseguridad en mi persona.
Me
siento feo por esas inseguridades, y cuando siento esas inseguridades me miro
al espejo, y sé que todo está en mi cabeza, que cambia, mucho y muy rápido,
porque me miro y no veo nada más que un cuerpo, un cuerpo que no me desagrada a
mí, un cuerpo que no agrada a todo el mundo, pero sé que si pasara mi vida
intentando agradar a otra persona sería a costa de no agradarme a mí. A la
persona que agrade la agradaré porque me agrado y no porque intento agradarla a
ella.
Me
quiero, me encanto, me gusto mucho, porque sé que nada de lo que no me agrada
es permanente. Aunque ahora esté muy delgado, sé que algún día podré coger
peso. Aunque se me caiga el pelo, sé que algún día no habrá más pelo que
perder. Aunque fuera extremadamente fuerte, sé que algún día sería débil.
Aunque tuviera una barba maravillosa y harmoniosa, sé que ésta comenzaría a
crecer, y que perdería estas cualidades.
Yo
soy bastante superficial. No me quejo de no gustar físicamente, simplemente lo
acepto, porque yo soy igual. Creo que es antinatural no ser superficial. Las
flores se visten de vivos colores en primavera para atraer a los insectos y que
éstos esparzan su polen, no sé qué hay de malo en que a los humanos también nos
ocurra eso. La razón mal encauzada ha hecho mucho daño, eso, o el exceso de
tiempo libre de algunos que se han dedicado a pensar, no lo sé.
Pero
sé que un cuerpo no lo es todo. En mi experiencia he conocido muchas mujeres
muy bellas, pero la mayoría de ellas me han causado atracción, y luego hastío.
Pocas son las que me han causado atracción, y luego excitación excesiva. Estas
últimas son las que tienen un conjunto mente – alma (hay quien llamaría a este
conjunto la dualidad cuerpo – alma), el que me vuelve loco.
Existe
un tipo de personas que sufren un problema cuando conocen a alguien. Este tipo
de personas se califican como ‘soñadoras’, entre las que me incluyo, y este
problema, al que hay quien lo calificaría como defecto, quien lo calificaría
como virtud, y quien lo calificaría como locura, tiene el efecto de que cuando
conoce un cuerpo que le gusta, y en el que en un rápido vistazo no detecta un
lenguaje corporal negativo (y esto suele pasar a menudo porque los soñadores
son gente muy inocente), llena a ese ser de todo lo que le gustaría que fuera
por dentro, y enseguida se sienten genial al lado de esa persona. Me encanta
esa cualidad de mí, de verdad. Creo que esa cantidad de cariño gratuito sería
la cura para muchos males del mundo, es un cariño tan sincero fruto de una
atracción puramente física, que me parece casi perfecto.
No
os dejéis llevar porque estoy diciendo todo esto del físico, que no caiga en el
olvido la necesidad de mi doble atracción para que se produzca el ‘romance’ que
siempre busco. Puedo decir con orgullo, aunque quizás debería decirlo con vergüenza
que no busco solo sexo en una mujer, pero que podría acostarme con alguien una
única noche, no sin sentir después que me he traicionado a mí mismo.
Releo
lo que he escrito, y creo que me gusto por dentro. Mucho. Hace un tiempo no me
gustaba ni por fuera ni por dentro. Acepté un falso testimonio que determinaba
que yo “soy feo”, y en consecuencia empecé a quererme y a cuidarme mucho por
dentro. Cuál fue mi alegría cuando descubrí un día que me gustaba por fuera. Al
haberme empezado a querer por dentro, había comenzado a quererme también por
fuera, es increíble.
No
sé por qué me siento feo si en mi dualidad me quiero, si en vuestra dualidad os
amo. Pero a través de este texto he llegado a la conclusión de que es porque
mucha gente no comparte lo que digo aquí, porque otra gente no me lo ha hecho
ver así, y porque a otros tanto no les he entendido cuando me han dicho lo
mismo con otras palabras.
Esta
noche estuve con mis amigos, y en un momento de lejanía mental pregunté “¿por
qué no estoy con nadie, con la cantidad de chicas que me parecen atractivas?”,
ahora lo sé. En primer lugar, porque no conozco a muchas, o no lo suficiente
para que cumplan esa dualidad. En segundo lugar, porque a ellas les puede pasar
exactamente lo mismo conmigo. Y en tercer lugar porque no siempre la atracción
es correspondida.
El
libro de los gustos está vacío, y en consecuencia no hay instrucciones para
entender la atracción, pero es una suerte sentirse atraído por uno mismo, eso
te capacita para sentirte atraído por otras personas. Lo que sigue siendo una
incertidumbre, aún al final de este texto, es que yo siga sin saber por qué, en
determinados momentos, me sienta feo, o inferior ante otras personas en los
aspectos relacionados con el apareamiento, cuando soy totalmente normal, cuando
soy muy afortunado por ser totalmente normal.
Lo
que no es normal es que exista una palabra como ‘normal’ y que además exista
una como ‘anormal’, es propio de nosotros, somos un mundo de ganadores, y como
necesitamos destacar para demostrar que somos más aptos para el apareamiento
que otros de una forma lógica, inventamos que existen perdedores. Los
perdedores nunca nacieron, y los que así se califican son simples ganadores que
han perdido el norte, ganadores a los que les han convencido de lo contrario.
No soy feo, me habéis metido en la cabeza que tengo la posibilidad de ser feo o
de ser guapo cuando ninguno de esos conceptos tiene la cualidad de ser
objetivo, y si no es objetivo, no puede ser plenamente cierto.
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